Un día 30 de abril del año 2013, Gissel Seguel Puga, una joven madre de dos hijos, despertó con un fuerte dolor de cabeza que la hizo perder el conocimiento. 14 días después, recobró la conciencia en un hospital de Viña del Mar, donde reside, sin saber qué había pasado. El diagnóstico fue una malformación arterio-venosa temporal derecha rota y había sido intervenida para evacuar un hemiventrículo y una hematoma intra cerebral. Después de una pronta evolución de la cirugía, logró salir de la ventilación mecánica y ser trasladada a cuidados intermedios.
Para José Luis, su esposo, esto se convirtió en su peor pesadilla. Había conocido a Gissel 11 años antes, en su lugar de trabajo, donde ella era su jefa. El era repartidor de una panadería y ella quien despachaba las camionetas. Salieron un año y se fueron a vivir juntos; a los dos años, nació una hija y Gissel se quedó en casa para cuidarla. José Luis, se dedicó a trabajar duro para mantener a su familia y ella se encargaba de la mantención de la casa.
A partir de mayo del año pasado, la vida de José Luis cambió bruscamente; pidió permiso en su trabajo y se dedicó 100% a administrar la casa y a cuidar a Gissel. Aprendió a lavar, a cocinar, a planchar y a hacerse cargo de los dos hijos menores de edad (uno, del primer matrimonio de Gissel).
Una amiga de la familia, le regaló un tratamiento de rehabilitación en el Centro de rehabilitación neurológico Siloé, donde con cariño y constancia, sus profesionales han hecho un gran trabajo. “Fue el mejor regalo que he recibido en la vida, si no fuera por eso, aún estaría en el hospital tratando de caminar”, cuenta Gissel.
Le queda como recuerdo un gran dolor a un hombro, pero con ayuda de sus terapeutas y apoyo de medicamentos, saldrá adelante y volverá a manejar, que es uno de sus actuales objetivos.
Para ella, “esta experiencia le enseñó a vivir más relajada, a no estresarse por cosas pequeñas y vivir el día a día. Me acosté un 29 de abril y desperté 15 días después sin saber que pasaba ni porqué estaba en un hospital llena de mangueras y sin pelo… yo amaba mi pelo largo”. “Con mi esposo, casi ni hablábamos los dos últimos años, pero a partir de esto, nuestra relación mejoró mucho, salvó nuestro matrimonio. A veces, la vida le pone duras pruebas al amor y nosotros la superamos”, dice
Fuente: http://www.espectaculoschile.cl/cuando-el-amor-es-puesto-a-prueba